La crítica lo recibió con desgana y hasta desprecio. Deborah Frost lo valoró en la Rolling Stone, en octubre de 1981, con dos estrellas de cinco. Lo argumentó así: “Escape no es un éxito porque sea bueno, sino por pertenecer a una época concreta donde bandas como Journey no pueden hacer nada mal”; “son canciones dulces y facilonas”; “cuando los héroes son difíciles de encontrar, lo primero que verás es a los habladores”.
No fue la única que afiló el cuchillo ante Escape, un disco considerado “pomposo, comercial y con letras para adolescentes que no quieren madurar”. A cuatro décadas de lanzado, el 31 de julio de 1981, la saña se ha convertido en benevolencia unas veces cuando no en todo lo contrario, alabanzas y reconocimiento.
“Escape es el mejor disco de rock melódico de todos los tiempos”, afirma categórico a El País el escritor musical Paul Elliott, habitual de publicaciones como Classic Rock, Mojo y Kerrang! y autor de 101 Álbumes Emblemáticos del Rock, Heavy Metal y Hard Rock.
El octavo álbum de Journey es uno de esos que mucha gente disfrutó a escondidas, preocupada por algo así como: “No vaya alguien a creer que me gusta”. Llegó al número uno en ventas y despachó 20 millones de copias, pero permanecía fuera del radar de las élites musicales. Se le dio cierta visibilidad cuando se popularizó la frase “guilty pleasure”. Desde entonces se considera divertido y cool que alguien de apetencias sofisticadas exponga sin sonrojarse sus placeres culpables.
Pero llegó Los Soprano e impulsó Escape a otra dimensión, a categoría de trabajo a reivindicar por su calidad. La escena final de la serie, en 2007, cuando los cuatro miembros de la familia se reúnen en un restaurante, se sostiene con la pieza que abre el álbum, “Don’t Stop Believin'”, que elige Tony Soprano en una pequeña rockola.
El creador de la serie, David Chase, lo justificó así en su momento: “Había tres canciones en disputa, y ‘Don’t Stop Believin” fue la que más me gustó. Creo que es una gran canción de rock and roll. La música es muy importante para mí en términos de la sincronización de la secuencia, y su ritmo. Y esta canción dicta parte del ritmo”.
La historia de Journey tiene algo de la de Kiss y también de Fleetwood Mac. Con los primeros comparten su obsesión por triunfar y, como consecuencia, por componer canciones para que las disfrute el mayor número de personas. Con Fleetwood Mac convergen en su radical giro estilístico debido a la llegada de nuevos miembros.
Journey surgió en 1973 en San Francisco cuando dos músicos de Santana, el tecladista y cantante Gregg Rolie y el guitarrista Neal Schon, decidieron liderar su propio proyecto. Sus primeros tres discos se movían entre lo progresivo y el jazz-rock, con largos desarrollos instrumentales. Después de tres trabajos con escasa repercusión, su disquera, CBS, les exigió realizar música comercial “o se acaba el contrato”.
Atendieron las recomendaciones: contrataron al vocalista melódico Steve Perry y ofrecieron rock comercial (AOR, Adult Oriented Rock), canciones para sonar en radio y aptas para todos los públicos. Con la azucarada voz de Perry, Journey comenzó a escalar posiciones. Pero lo mejor estaba por llegar.
“La incorporación del tecladista Jonathan Cain es fundamental para el éxito de Escape. La banda ya había demostrado que podía grabar superlativo rock para las radios y Cain era la pieza que faltaba. Recuerdo una entrevista con Steve Perry donde me describió las primeras composiciones con Cain. En unos pocos días ambos terminaron ‘Don’t Stop Believin” y ‘Open Arms'”, explica Jon Hotten, escritor y periodista inglés de revistas como Kerrang! y el periódico The Guardian.
“Open Arms” inauguró otro género que hizo millonarios a muchos músicos, las baladas rock. Pero no todo era dulce en el disco. “Stone in Love”, “Escape” o “Keep on Runnin'” suenan a rock potente, y “Mother, Father” podría convencer a los seguidores del rock progresivo de los primeros tiempos, si es que quedaba alguno.
Las letras hablaban de gente normal persiguiendo sus anhelos. “Es una chica de pueblo viviendo en un mundo solitario / Abordó un tren a medianoche para ir a cualquier sitio”, dice “Don’t Stop Believin'”. Evocaciones del sueño americano con capas de teclados, cristalinos solos de guitarra y la sensacional voz de tenor de Perry.
Escape sonó sin cesar en la radio de EU y a partir de ese momento el grupo sólo tocaría en estadios de beisbol para audiencias gigantescas. Otros favoritos de las emisoras comerciales, Foreigner, coincidieron en las tiendas con su disco 4. El AOR reinaba en el país. Años antes que Bon Jovi, Mötley Crüe o Guns N’ Roses, Journey actuaba ante masivas audiencias con un rock con muchas cosas en común con las bandas que vendrían después.
Con información del Reforma.