El año 2022 no va a ser bueno para los fabricantes de automóviles, y mucho menos para los usuarios que decidan comprar un vehículo.
Sin salir todavía de la crisis de los semiconductores, que lleva azotando al sector varios años, y con el precio de la energía disparado desde hace meses, un tercer factor apunta a encarecer enormemente los costos de producción: el aumento del precio de metales como el níquel, el paladio o el aluminio como consecuencia de la guerra de Ucrania.
Rusia es uno de los principales exportadores del mundo de los metales anteriormente mencionados y de otros que también utiliza la industria automovilística en sus cadenas de producción.
El pasado lunes el aluminio y el paladio alcanzaron máximos históricos, y el níquel, que se usa, entre otras cosas, en las baterías de los automóviles, superó el martes los 100.000 dólares por tonelada por primera vez en la historia. El London Metal Exchange, tuvo que suspender la negociación de sus contratos después de una subida acumulada de su precio del 250% en sus dos últimas sesiones. Cabe señalar que Rusia produce el 17% de todo el níquel de primera calidad que se usa en el mundo.
La escasez y encarecimiento de los metales rusos puede afectar con especial crudeza a la industria de los coches eléctricos, ya que el níquel de alta calidad es un componente muy importante de las baterías de estos vehículos.
Asimismo, esta materia prima es crucial para la transición energética, ya que se usa para la fabricación de paneles fotovoltáicos y aerogeneradores, por lo que la guerra no sólo podría ahondar en la crisis de energía que vive Europa por su dependencia del gas y del petróleo ruso, sino que, además, podría impedir que la UE lleve a cabo su plan para ser más independiente en este aspecto, que pasa por el uso de energía renovable, para lo que necesita ampliar las instalaciones que la generan.